El gato negro
La utilidad del gato, exaltada al máximo por los egipcios, fue ampliamente reconocida por los romanos que apreciaban mucho el espíritu de independencia del felino, hasta el punto que la diosa Libertas era representada junto a un gato, símbolo de absoluta libertad, hasta el punto de que en el siglo I d. C. se dictaron en Roma severas leyes para su proteccción.
También hubo disposiciones jurídicas que reconocían la importancia de los gatos en las Islas Británicas, donde, en el siglo X, el príncipe Howel publicó unas normas que fijaban el valor de los gatos y establecían, entre otras cosas, que quien matase a un gato debía indemnizar al propietario del animal con una cantidad de trigo equivalente en altura a la longitud del felino, desde el hocico hasta la punta de la cola. De este modo, se pretendía compensar al propietario del gato por las pérdidas de trigo que, faltando el felino, le ocasionaban los topos.
En la Edad Media, época de oscurantismo para la especie humana, los felinos domésticos fueron víctimas de una despiadada e injusta persecución, originada por la ignorancia y por absurdas superticiones que relacionaban al animal con determinados ritos diabólicos. La posesión de un gato bastaba para acusar a una persona de brujería y la condena podía considerarse segura si el animal era de color negro.
De este modo, durante la Edad Media se torturó y dio muerte bárbaramente a miles de seres humanos y a millones de gatos, en el curso de unas persecuciones que fueron activísimas en toda Europa y entraron a formar parte de los rituales cristianos, como por ejemplo, la costumbre de festejar el Día de Todos los Santos quemando vivos a los gatos en las plazas públicas.
Por otra parte, también hay que decir que la población pagó cara la eliminación de los felinos, porque la proliferación de las ratas, además de producir graves daños a los alimentos, favoreció la difusión de la peste.
Hasta el siglo pasado los europeos no comenzaron a darse cuenta de la utilidad del gato, y desde entonces se lo utiliza cada vez más, sobre todo en los centros urbanos, aunque como animal de companía.
Bibliografía
Autor: MV Enrique L Fernández De Vanna